
Robert Enke pasó su primaria siendo calificado por sus compañeros como "un pata chueca". La única manera de jugar era pararse al inicio, o ¿al final?, del campo y ver como todos sus amigos se divertían y sudaban. Siempre se preguntó si ese número uno que llevaba en el polo era aquel número ideal que le habían dichos sus profesores de matemática.
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