jueves, 7 de abril de 2011

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[Remake]

Miro al espejo y sé que es él quien hace todas estas cosas. Yo camino por Ítaca buscando alguien quien conozca mi rostro y me señale con el dedo el camino que debo seguir. A él, en cambio, nunca lo he visto solo lo conozco por fotos o algún comentario maravilloso que escuchó mis oídos. Sé que él no soy yo ni yo él. Así que ido a buscarlo como quien busca un amigo después de años o un tesoro que se perdió en el pasado. Voy a tiendas donde venden relojes de arenas, zoológico donde viven tigres de bengala, viejos donde vendes mapas antiguos, en bibliotecas austeras donde ya nadie va a preguntar: veo el cielo y trato de imaginarme que su rostro se dibuja con las estrellas, o muchas veces me voy a una cabina de internet y pongo aquel nombre que ahora mi memoria ha borrado totalmente de mi mente. Seria exagerado afirmar que he entendido en todo este periplo que él no existe y estoy creyendo que yo solo lo he inventado por no sentirme solo. Otras veces he pensado que yo debo vivir para él y él para mí, de esta manera no nos haremos falta en ningún momento de nuestras vidas. Pero no nos podemos mentir. Nada de lo que pienso puede ser verdad cuando ahora escribo estas páginas guiándome de este libro viejo que escribió Borges y que inútilmente trato ahora de buscarlo en el mismo lugar que Borges busco al otro Borges, si ese que Borge no supo que vivía, como un pájaro azul, y salía de su pecho todas las noches en una ciudad que yo nunca he conocido: Buenos Aires. Tal vez hemos coincidido, Borges y yo, que estas páginas nos pueden salvar y no puede ofrecer, indirectamente, aquella inmortalidad, que no buscamos, pero se presenta como una oportunidad para buscarnos infinitamente en todos aquellos espacio que el tiempo desecha y crea uno encima de otros como barajas de un naipe que no tiene fin. Pero ante este ofrecimiento pienso que mi destino es perderme voluntariamente entre los espejos y observar durante los años como mi rostro cambia y todo nace a mi alrededor y muere a la vez mientras yo te busco y tú no me buscas. Borges me cita a Spinoza y me dice que todas las cosas deben mantener su ser. ¿Eso es la eternidad, la misma mirada del objeto fundado en el tiempo? Cierro el libro y Borges oscurece su voz mientras yo me sigo mirando al espejo y me pregunto, como Borges, quién escribió estas líneas en un tiempo que todo se pierde, todo se olvida.

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