miércoles, 8 de septiembre de 2010

Bautizo de las cosas


Juan Mercado se dedica a recoger desperdicios de las calles de Lima. Su singularidad radica en que no los vende a los chatarreros que pululan a las afuera de la ciudad sino los aglomera en su hogar. Varias denuncias han caído en su contra por parte de los vecinos que se quejan por el olor nauseabundo que brota de su casa. Los objetos recogidos mayormente son rotos, machacados, despostillados, pulverizados o putrefactos. Todos ellos han perdido la unidad de utilidad que tenían en algún momento. Cuando se le pregunta sobre su finalidad el viejo manifiesta que su causa responde al devenir desordenado y abyecto que es actualmente la sociedad. Otros vecinos que lo conocen de años han manifestado que no es un mendigo, como se le observa ahora, sino un profesor de semiótica de una universidad de prestigio que, de un día para otro, decidió ponerle nombre a aquellas cosas que dejaban de ser por volverse fragmento del objeto original. “El mundo está fragmentado. Hemos perdido nuestra finalidad en este planeta y la expresión de poder comunicarnos. Nuestras palabras no corresponden al mundo donde vivimos. Cuando los objetos guardaban las características de unidad nos sentíamos seguros de poder interpretar el universo. Todo se ha hecho pedazos y hoy solo queda fragmentos que provoca este caos que vivimos. Por eso deje todo y empecé a darle una unidad a todo lo que el mundo volvía fragmentado, este es mi aporte a la humanidad”. Se paro y busco dentro del caos de su casa aquel libro donde había apuntado los nuevos nombres de las cosas. Yo espere extasiado.

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